El autor utiliza el estilo académico propio de las obras de cristología y eclesiología del N.T. que tanto han aportado para ayudarnos a entender mejor el cristianismo primitivo en sus diversas dimensiones: teológica, cristológica, eclesiológica, histórica, etc. Pero adopta un prisma distinto: el de la experiencia, y ante todo, la experiencia carismática dimanante del Espíritu. La tesis de Dunn, es de que tanto en el ministerio de Cristo como en el desarrollo de las comunidades primitivas, la experiencia y el sentido de lo carismático jugaron un papel vital. Una de sus conclusiones principales es que la experiencia del Espíritu, tanto de Jesús cómo posteriormente de sus discípulos y seguidores, fue "escatológica" en su naturaleza: experimentaron un derramamiento del Espíritu que les llevo a verse y entenderse a sí mismos como viviendo el presente en base a la nueva era había de venir. Sostiene que el cristianismo primitivo tenía plena conciencia de ser un movimiento que actuaba guiado y liderado directamente por el poder de Dios, con toda la libertad institucional y organizativa que ello implica. Algo que se fue desvaneciendo, a partir de la segunda generación, para dar paso a un modelo de Iglesia más sacramental, institucional y organizativa. Para exponer y defender estas afirmaciones, estructura la obra en tres partes: La PRIMERA PARTE la dedica a La experiencia religiosa de Jesús. ¿Fue Jesús un carismático? ¿Cuál fue la experiencia que le capacitó para el ministerio y para morir como murió, dejando tal impacto permanente en sus discípulos? Fue su experiencia acerca de Dios, su sentido de filiación, su convicción existencial de ser Hijo de Dios, que le llevó a dirigirse a Dios como «Abba», y su plena conciencia como ungido por el Espíritu, todos ellos elementos asociados entre sí, y que jugaron un papel crucial. Por otra parte, sus milagros y su autoridad profética, no dejan lugar a dudas en cuanto a su comportamiento y proceder carismático. En la SEGUNDA PARTE trata de la experiencia religiosa de las comunidades cristianas más primitivas. ¿Qué fueron las «manifestaciones de la resurrección» a los discípulos? ¿Qué sucedió en Pentecostés? ¿Cuáles fueron las experiencias espirituales que dieron a luz al cristianismo? ¿En qué consistió la acción del Espíritu capaz de transformar a una secta judía en una religión independiente de significado y proyección internacional? Al inicio del cristianismo encontramos un número importante de experiencias en las cuales, los implicados en ellas, creyeron que Jesús se les había aparecido. Y ese Jesús que se les se apareció, que era el de la buena noticia, les pidió que la proclamarán. Esas manifestaciones de la resurrección, fueron vigorizadas por otras experiencias carismáticas y extáticas, que en Pentecostés se convirtieron en una motivación llena de poder evangelizador que disparó la expansión de la fe cristiana. La TERCERA PARTE va unos años más allá y nos traslada a las iglesias paulinas. ¿Cuál fue la experiencia religiosa que convirtió a Pablo en una persona tan segura de sí misma y tan influyente? ¿Cuáles fueron las experiencias religiosas que modelaron la cristiandad paulina y la vida religiosa de sus comunidades? ¿Y como se trasladaron estas experiencias unos a otros? Pablo nos dice partiendo de su particular experiencia de manifestación del Cristo resucitado, encuadra la experiencia del creyente acerca de Dios en el marco de «Espíritu» y «gracia». Considera cada una de las iglesias como comunidad carismática y ve en los charismata (el autor dedica buena parte de la obra a analizar de manera individual, extensamente y con detalle, la visión que el apóstol tenía para cada uno de ellos) las funciones y actividades en las que la comunidad cristiana debe basar su dimensión comunitaria de la experiencia religiosa, que nunca se puede reducir a un pietismo individualista. Para Dunn Ser cristiano es ser carismático; nadie puede ser miembro del cuerpo sin participar del Espíritu carismático. No soslaya, sin embargo, las dificultades de la experiencia carismática: Corinto, Roma, Tesalónica, y la necesidad de la autoridad apostólica y la de otros ministerios: profetas, maestros, supervisores, diáconos, evangelistas, pastores y otros, que analiza también individualmente y con detalle. Finalmente, nos habla del conflicto entre Espíritu y carne, entre el bien que quiero y el mal que no quiero, la paradoja de vida y muerte: Dado que la vida tiene que ser ahora vida en este cuerpo, el único modo de que el Espíritu esté presente es a base de paradoja y conflicto Y concluye afirmando que esta paradoja y este conflicto constituyen la impronta de una experiencia religiosa auténtica; mala señal si no se dan tal paradoja y tal conflicto. Con independencia de los centenares de notas a pie de página, la obra se completa con una extensísima bibliografíaa y los preceptivos índices: de citas bíblicas, de autores modernos mencionados, y analítico general. No se trata, sin embargo, de un libro devocional o de lectura fácil. Estamos ante una obra técnica y erudita, y que ha de ser vista y utilizada exclusivamente bajo ese prisma. Valga como ejemplo el hecho de que a pesar de mantener una postura básicamente conservadora en lo que respecta a la autenticidad de los textos, el autor no evita citar abiertamente la crítica y escepticismo alemán. Lo que no quita que estemos ante lo mejor que se ha escrito y publicado sobre el tema del Espíritu, una obra clave que aporta una dimensión interpretativa absolutamente nueva para ayudarnos a entender el origen de la fe cristiana y las bases del Movimiento Carismático.
CLIE
9788482677064

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