No hay mejor manera para definir en propósito de un libro que las palabras de su autor en el prólogo o conclusión de su obra. Y en este sentido José Mª Baena, destacado líder de las Asambleas de Dios en España, escribe: «El propósito de este trabajo no es polemizar sobre asuntos doctrinales o dogmáticos de los muchos que separan a los cristianos, ni entrar en controversia alguna. Mi deseo al escribir las páginas que siguen es reflexionar y hacer reflexionar, especialmente a quienes nos identificamos con alguna de las tendencias en que el cristianismo se divide desde hace siglos. Al hacerlo no pretendo en ninguna manera fomentar en nadie ningún tipo de ecumenismo, independientemente del valor que el lector asigne a este concepto, ni hacer proselitismo en ningún sentido. Mi deseo no es que nadie cambie de identidad, sino que cada cual sepa ser coherente con lo que dice ser y lo asuma consecuentemente. Lo que debe de cambiar es nuestra manera de vivir, nuestra fe. Ser cristiano es mucho más que haber nacido en un determinado país de tradición y cultura cristiana, adscrito a cualquiera de las tendencias conocidas. Ser cristiano es una decisión que se toma todos los días y que tiene consecuencias inmediatas y prácticas en nuestra forma de vivir. Puede que seamos cristianos, pero ¿seguimos realmente las enseñanzas de Jesús? No me erigiré en juez, porque también soy parte, y porque no me corresponde. Mis reflexiones son para mí, y solo pretendo que quien lee medite y reflexione igualmente para sí sobre su propia manera de ser cristiano.» Estamos, pues, ante una nueva concepción de libro evangélico y evangelístico absolutamente novedosa. Adecuada a las realidades y necesidades del Siglo XXI. CLIE inició su andadura en el año 1924 con un libro eminentemente proselitista y polémico que reflejaba claramente el enfrentamiento confesional tan propio de aquella época A las fuentes del cristianismo. La obra de José Mª Baena da un salto cualitativo excepcional en este sentido: «Puede que el católico piense que un protestante no es cristiano, porque es un hereje que está fuera de la verdadera Iglesia. A la inversa, quizá el protestante opine que quien no es cristiano es el católico, porque es idólatra, y porque no ha nacido de nuevo. Un ortodoxo puede pensar que ninguno de ellos es cristiano, porque ninguno se ha mantenido en la ortodoxia original del cristianismo. Todos ellos se equivocan. En realidad, poco importa lo que piensen unos u otros, porque uno no agrada a Dios y se salva por ser católico, o protestante u ortodoxo, sino por ser seguidor de Jesucristo. Lo que importa es lo que piensa Dios de cada uno de nosotros.» Con esta premisa en mente, va analizando los puntos clave de la fe cristiana según los defienden las principales Iglesias, y reta al lector a vivir un cristianismo más auténtico y real. Sin renunciar a su identidad religiosa, pero comprometido en suna relación personal con Cristo. Pues como bien expresa en las palabras con las que concluye: «Somos cristianos, no porque pertenecemos a la Iglesia, sino al revés: pertenecemos a la Iglesia porque somos cristianos, es decir discípulos y seguidores de Jesucristo.» La obra se estructura, con independencia del prólogo y la conclusión, en diez capítulos que el autor dedica a exponer y analizar los puntos clave de la fe cristiana según la entienden las principales Iglesias y confesiones cristianas, y lo que implica vivir dentro de cada una de ellas un cristianismo real y auténtico en base a las verdades que encontramos en la Palabra de Dios. Dedica el primer capitulo que titula Para empezar desde el principio a aclarar al lector que Jesucristo no fundó ninguna Iglesia antes bien abrió un camino para vivir la fe en una relación directa con Dios: «Jesús es el fundador de algo mucho más trascendente que una institución eclesiástica, pues se trata de un movimiento espiritual que transformó la civilización occidental.» El segundo lo emplea en definir las diferencias entre Fe y Religión, que considera: «no son lo mismo, aunque están relacionadas. No es la religión la que más nos interesa aquí, sino la fe. La primera tiene su valor, no cabe duda, pero es circunstancial. La segunda es de vital importancia, porque de ella depende nuestra vida, aquí y más allá.» En el tercero trata de Iglesia e Iglesias: la Iglesia universal o católica existente al principio, los grandes cismas, la situación entre católicos romanos, ortodoxos y protestantes, el ecumenismo y la necesidad de: «abandonar las pretensiones de dominio sobre los demás y asumir con humildad el lugar que le corresponde a cada cual, dentro de un orden más natural. Hay que olvidar agravios, pedir perdón y perdonar.» Los siguientes cuatro capítulos, del cuarto al noveno, los dedica a enumerar las distintas formas y concepciones de vivir la fe predominantes en las distintas confesiones cristianas, resumiéndolas en seis puntos clave: La Salvación, el Culto Cristiano; los Sacramentos; la Autoridad Eclesiástica; la Conversión y la Vida Cristiana. Para cada uno de ellos expone las distintas formas de entenderlos a la vez de lo que afirman al respecto las páginas del evangelio y las epístolas. Y el capítulo diez Dios: ¿realidad o ficción? lo dedica a los ateos, aunque mayormente a los agnósticos, aquellos que ante el lamentable espectáculo de las divisiones entre los cristianos, no niegan la existencia de Dios, pero afirman no tener a su disposición los medios para averiguar si existe o no. La Conclusión, tan breve y concisa como contundente, se limita a unos pocos párrafos: «No se trata de que el lector esté de acuerdo con todo cuanto he escrito en esta reflexión sobre el cristianismo, sino que el debate, la duda, incluso la indignación, si en algún momento mis palabras han suscitado ese sentimiento, lo lleven a asumir que ser cristiano significa mucho más que acudir periódicamente a los oficios religiosos propios de la confesión cristiana a la que pertenece. El cristianismo se vive en el compromiso: compromiso con Dios y compromiso con otros cristianos, nuestros hermanos, que dicen creer y seguir a Cristo, el único Cristo, porque, como dice la Escritura, Él no está dividido. Las divisiones son nuestras. Las iglesias-organizaciones están divididas, separadas las unas de las otras. La Iglesia de Jesucristo, no. Podemos pertenecer, como de hecho así sucede, a esas iglesias-organizaciones, pero lo importante es pertenecer a la Iglesia real, que lo es en el Espíritu, y está formada por todos los redimidos, de toda raza y nación, independientemente de su filiación a cualquiera de aquellas». Un libro novedoso y original en su enfoque evangelístico. A muchos les resultará incluso chocante en algunas de sus afirmaciones, por considerarlas excesivamente ecuménicas dada la filiación religiosa netamente evangélica de su autor. Pero en el fondo no deja de ser un libro de evangelismo en el sentido más estricto, pues como cabría decir parafraseando al apóstol Pablo: «unos defienden a su Iglesia, otros a su confesión; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado. Y esto último es lo que hace la presente obra en el sentido más estricto.
CLIE
9788482678603

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